sábado, 23 de marzo de 2013

Crítica de Los Juegos del Destino (Silver Linings Playbook)



La inusualmente atrevida comedia-drama romántica de David o. Russell resultó un clásico espectáculo emocional para toda clase de personas o familias adultas. No es el típico cuento de hadas bañado de color rosa inmerso de situaciones predecibles. Aquí los escenarios son brutalmente realísticos por su semejanza a la vida real y a los conflictos que conlleva no sólo en lo personal sino dentro de un contexto familiar.


Centrada en el protagonista Pat Solitano Jr., se nos narra la historia de un hombre diagnosticado con el síndrome de la bipolaridad por consecuencia de un disturbio doméstico. Posteriormente de haber cumplido su “rehabilitación”, se regresa a vivir con sus padres y bajo su tutela en conjunto con su terapia, busca la manera de salir adelante y en el proceso, cumplir con el objetivo de recuperar a su esposa.


Lo anterior suena bastante tierno aunque la mayoría del tiempo vemos acciones intrépidas y conductas inapropiadas, las cuales nos hacen percibir la vida desde una forma sincera. Desde la niñez y parte de nuestra juventud, se nos tiende a prohibir este comportamiento “liberal” porque no va de acorde con la sociedad. A excepción de uno que otro, los niños no mienten y por ello, se manipula esa virtuosa inocencia convirtiéndolos en seres conformistas, hipócritas, mentirosos, convenencieros y socarrones.   


Como es costumbre, los planes de Pat se alteran en cuanto Tiffany Maxwell entra en su rutina. Esta jovencita es lo suficientemente madura para Pat e interesantemente cuando están juntos forman una especie de pareja ideal por su estilo de anti-heroísmo. Excesivos cambios de humor se presencian como pleitos apasionados, palabras pervertidas, absoluta honestidad y extremada libertad expresiva. Sin embargo, este paquete rinde frutos en el esquema familiar.


David O. Russell no es ningún extraño en tramas familiares. Su guion es magnífico por su golpe de conciencia y respeto generados hacia estas personas. Realmente no representan peligro alguno como se suele malinterpretar. Por lo visto, suelen ser más acosadas por la gente común. El tachar, juzgar o como se le llamé hoy en día  siempre ha formado parte de nuestro modo operandi y creo en ese sentido, deberíamos ser más honestos con nosotros mismos y flexibles hacia esta tendencia de expresión directa.      


Actualmente hay más casos de conductas explosivas o crisis emocionales posicionando a la bipolaridad como una moda dudosa ya que su autenticidad depende de actos incontrolables. Los jóvenes envejecen prematuramente por la constante preocupación del trabajo, los sacrificios innecesarios en las relaciones, existe mucho odio, presión y depresión. Esto porque básicamente formamos parte de un estricto sistema que nos prohíbe ser nosotros mismos. Todo este protocolo con el propósito de formar caballeros y damas de honor.      


En contraste con Los Juegos del Destino, los protagonistas no se retienen nada, expresan sus sentimientos sin importancia alguna de lo que los demás opinen. Y esta verdad cinematográfica se ve y se siente bien. Si no fuera por una categoría competitiva, David O. Russell hubiera ganado el Mejor Guion y de pasó la Dirección. Temáticas mentales, distorsiones de personalidad y conflictos familiares son indudablemente su fuerte. Por ende O. Russell aprovecha al máximo estos elementos y en su proceso, crea al elenco perfecto.  


Es por ello que los cuatro actores principales recibieron la nominación en sus respectivas categorías. Asimismo cabe destacar que Chris Tucker, Julia Stiles, Anapam Kher, John Ortiz, Paul Heman y Dash Mihok, se desenvuelven con espléndida simetría a pesar de no haber recibido nominación alguna. Estos personajes secundarios están claramente definidos que cumplen en su tiempo limitado.   


Bradley Cooper ha pasado por un proceso de calidad, de ser el amigo chistoso en las comedias románticas y el inmaduro profesor de Qué Pasó Ayer, ahora es un actor principal reconocido por la Academia. Su actuación no está todavía a la altura de Hugh Jackman (Les Miserables) y menos de Daniel Day Lewis (Lincoln), pero se defiende con una personificación cercana a un hombre bipolar.     


La única en capturar el Oscar, Jennifer Lawrence nos demuestra porque la edad y un grado de estudio no importan si te entregas de todo corazón al papel. Su interpretación es de las más genuinas, dentro de la tradición actoral de las actrices ganadoras como Sandra Bullock (Un Sueño Posible) y Julia Roberts (Erin Brockovich).  Dentro de su repertorio maneja el resentimiento, coraje y agresión como también el sarcasmo, la honestidad y el dinamismo.      


Quizás Robert De Niro nos haya entregado le mejor actuación de su carrera. No es padre como solemos tenerlo en consideración, es un padre con problemas similares al hijo y con una especie de actitud compulsiva y dependiente de las apuestas. Escuché que recurrió a la improvisación en varios segmentos, por esa razón uno se conecta con el personaje por su naturaleza humana.    


Jacki Weaver se coloca como el balance, en otras palabras, es la intermediaria cuando las cosas se ponen mal. Trata de ejercer autoridad más su enfoque es nivelar los terrenos rocosos. Se aprecia esas reacciones y su sentido encantador nos alivia en los momentos críticos. Como toda madre, inevitablemente nos gana nuestro voto por su acertado desempeño materno.   


La dinámica de estos cuatro es la razón por la cual esta producción ha estado en la boca de mucho durante los tres meses que lleva en la cartelera, mundialmente hablando. La secuencia del baile brilla por la química generada entre Lawrence y Cooper. Además ya sea estén por su propia cuenta, en pares o en grupo, este elenco no decepciona.


Si no fuera por O. Russell, la flama no hubiera alcanzado tal altura. En ningún momento cae en el melodrama, al contrario, se mantiene  viva y directa. Cualquiera que la deje pasar no tiene la menor idea de lo que se está perdiendo.

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